Perseguir una pasión…tiene sus riesgos

 


Perseguir una pasión, tiene sus riesgos


Nunca subestimes a alguien que tiene la valentía de salirse de su comodidad para perseguir una pasión que Dios puso en su corazón.


En el silencio de nuestras reflexiones más profundas, todos hemos escuchado esa voz interior que nos invita a ir más allá, a explorar nuevos horizontes, a perseguir esos sueños que parecen imposibles pero que resuenan con la esencia misma de quienes somos. Esta voz, este llamado, no es casualidad. Es el eco de un propósito mayor, de una pasión sembrada en nuestro corazón por manos divinas.


El dilema del confort


La zona de confort, ese espacio de predictibilidad donde todo parece seguro, puede convertirse silenciosamente en una prisión dorada. ¿Cuántos talentos han quedado sepultados bajo el peso de la rutina? ¿Cuántos sueños se han desvanecido por miedo a lo desconocido?


Cuando decidimos dar el salto hacia aquello que nos apasiona, es inevitable que algunas relaciones se transformen. Personas que creíamos cercanas pueden alejarse, revelando que su interés estaba más en nuestra posición que en nuestra esencia. Este descubrimiento, aunque doloroso, es también liberador. Nos permite distinguir entre quienes nos acompañan por conveniencia y quienes nos aman por quienes realmente somos.


El verdadero camino hacia la plenitud no está exento de pérdidas, pero cada paso nos acerca más a una autenticidad que ninguna comodidad puede proporcionar.


El mundo necesita soñadores valientes


Nuestra sociedad, inmersa en la inmediatez y lo práctico, anhela secretamente a quienes se atreven a soñar. Cada avance significativo en la historia humana ha sido fruto de personas que tuvieron el coraje de imaginar lo imposible y la determinación para perseguirlo.


Cuando los sueños que perseguimos están alineados con ese propósito divino inscrito en nuestro corazón, algo extraordinario sucede: nuestras acciones no solo nos transforman a nosotros, sino que impactan profundamente a quienes nos rodean. Se convierten en testimonio vivo de que es posible escuchar ese llamado superior y responder con valentía.


Como muchos, también enfrenté ese momento decisivo. En 2013, después de recorrer un camino que describo como mágico, maravilloso y extraordinario, llegué a una encrucijada. La voz de Dios se hizo más clara que nunca, invitándome a abandonar territorios conocidos para adentrarme en lo desconocido.


La obediencia a ese llamado no fue fácil. Significó despedirme de certezas, enfrentar miradas de incomprensión y, en ocasiones, caminar en soledad. Sin embargo, cada desafío se convirtió en peldaño hacia una vida más plena, más auténtica, más alineada con ese propósito eterno para el cual fui creado.


No fue un acto de heroísmo excepcional, sino la simple decisión de creer que quien puso esa pasión en mi corazón también me daría las fuerzas para perseguirla.


La valentía no es ausencia de miedo, sino la determinación de avanzar a pesar de él. Cuando decidimos honrar esa pasión divina que llevamos dentro, nos convertimos en canales de inspiración para otros. Nuestras vidas comienzan a hablar un lenguaje que trasciende las palabras, comunicando esperanza a quienes también sienten ese llamado pero aún no han encontrado el valor para responder.


En un mundo sediento de autenticidad, cada persona que se atreve a vivir desde su propósito se convierte en faro que ilumina el camino para otros.


No conformarse con menos de lo que fuimos llamados a ser es quizás el acto de fe más profundo. Es reconocer que fuimos diseñados para algo más grande que la mera supervivencia o el éxito convencional. Es honrar al Creador al desarrollar plenamente los dones que Él depositó en nosotros.


Las páginas de la historia están llenas de nombres de personas que se atrevieron a salir de su zona de confort para perseguir una pasión divina. Sus vidas, marcadas por desafíos pero también por un sentido profundo de propósito, nos recuerdan que la verdadera realización no se encuentra en la seguridad sino en la fidelidad a ese llamado único que llevamos dentro.


Los muros más altos de nuestra vida no son los que otros construyen frente a nosotros, sino aquellos que edificamos en nuestro interior por miedo a vivir la extraordinaria aventura para la cual fuimos creados.


@omantoni1 

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