Huellas eternas: un homenaje a DINA
Huellas Eternas: Un Homenaje a Dina
24 de agosto de 2013 - 10 de marzo de 2025
Hay seres que no necesitan palabras para transformar nuestras vidas. Dina fue uno de ellos.
Esta es la historia de una vida breve pero infinita, de una compañera que llegó en silencio y se marchó dejando el eco de sus ladridos en cada rincón de la casa que convirtió en hogar.
Naciste en Agosto de 2013 y un 24 de diciembre nuestro hogar recibió a Dina con los brazos abiertos, como si el universo hubiera conspirado para que ese pequeño ser de cuatro patas llegara justo cuando la familia necesitaba descubrir que el amor puede tener la forma de una cola inquieta y unos ojos que miraban más allá de lo evidente.
No era solo una mascota. Nunca lo fue. Dina era confidente, guardiana de secretos susurrados entre lágrimas, testigo silenciosa de celebraciones, compañera de madrugadas insomnes. Era esa presencia constante que con su respiración pausada nos recordaba que, a veces, la felicidad es tan simple como un momento de compañía sin condiciones.
Cuentan las miradas de Liliana que nadie peinaba a Dina como ella, transformando un acto cotidiano en una ceremonia de cariño donde cada cepillada era una caricia al alma. María José conoció el verdadero significado de la lealtad en esas noches compartidas, cuando los sueños se entrelazaban en la misma respiración. Gerónimo aprendió de paciencia y complicidad en cada juego inventado, descubriendo que hay amistades que no necesitan explicación. Coco, en su inocente travesura de probar la comida ajena, jamás imaginó que estaba compartiendo más que alimento: estaba creando memorias que ahora se transforman en el más valioso tesoro. Y esos saludos matutinos, esa forma única en que te despertabas y me recibías cada mañana, cuando preparaba un café, se han convertido en un ritual que ahora deja un vacío imposible de llenar. Las caminatas que compartimos, esos paseos donde el mundo parecía más amable y el tiempo se detenía entre tus pasos alegres y curiosos, ahora serán senderos distintos, marcados por tu ausencia pero iluminados por tu recuerdo.
Hoy, mientras el cielo se tiñe de nuevos matices para recibir a quien fue pura luz en la tierra, la casa parece más grande, más silenciosa. Pero es solo una ilusión. Porque Dina sigue ahí, en ese rincón favorito donde descansaba, en el eco de sus uñas sobre el piso que parecen resonar cuando el silencio se hace demasiado pesado, en la costumbre de mirar hacia abajo esperando encontrar esos ojos que entendían sin juzgar.
No se trata de una despedida. Es una transformación. El dolor que hoy oprime el pecho es proporcional al amor que queda, que no se va, que no conoce de ausencias físicas. Porque amar a un ser como Dina es aprender que hay vínculos que trascienden lo tangible.
Hoy, en medio de nuestra tristeza hay algo que nos alegra y es que tu pancita ya no duele, tus riñóncitos estarán bien, volverás a ladrar fuerte y te volverás a enfrentar a perritos 10 veces más grandes que tu.
Las carreras emocionadas hacia la puerta cuando nos escuchabas llegar ahora son memorias que dibujarán sonrisas entre lágrimas. Porque así funciona el recuerdo de quienes amamos: como una dulce contradicción entre la tristeza de la ausencia y la gratitud por haber compartido el camino.
Dina no necesitó de grandes gestos para enseñar las lecciones más profundas: que la fidelidad es cuestión de presencia, no de promesas; que la alegría puede encontrarse en lo cotidiano; que el amor, cuando es verdadero, no entiende de especies ni de palabras.
En ese cielo perruno que hoy la recibe, seguramente ya está haciendo amigos, compartiendo historias sin palabras sobre esa familia que dejó atrás pero que lleva consigo en la memoria eterna de quien amó y fue amada sin condiciones.
Liliana, María José, Omar, Gerónimo y Coco, sabemos que el vacío que sentimos es el espacio que Dina ocupaba con su presencia física, pero que ahora llenará de otra forma, más sutil, más íntima. La buscaremos en sueños y la encontraremos en recuerdos. Sentiremos su ausencia en la rutina y su presencia en el corazón. Y así, día tras día, aprenderemos que despedirse no es olvidar, sino transformar un amor presente en un amor eterno.
Donde sea que estés ahora, Dina sigues siendo parte de esa melodía familiar que no se rompe por la ausencia de una nota, sino que se transforma en una nueva armonía que seguirá sonando en cada latido de quienes tuvimos el privilegio de amarte.
No es un adiós, querida Dina. Es un "hasta siempre" en cada recuerdo, en cada fotografía, en cada momento en que una sonrisa aparezca al recordar tus travesuras, tu lealtad y tu amor sin límites.
Porque algunos seres viven poco tiempo pero dejan huellas eternas. Y tú, pequeña gran compañera, has dejado las tuyas marcadas a fuego en el alma de quienes hoy celebramos tu vida mientras te vemos partir.
Descansa en paz, noble y tierna Dina. Tu música sonora ladrina ahora es la banda sonora de recuerdos que el tiempo no podrá borrar.
Con amor infinito,
La familia que te amó, te ama y te amará siempre.
omantoni1
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