La última caricia

 



La Última Caricia: Crónica de un Duelo Floreciente


En la tarde que parece suspendida en un tiempo distinto, las manos tiemblan al recibir lo que hace apenas días era impensable. Un hermoso kit llegó hoy a casa, conteniendo no solo cenizas, sino fragmentos tangibles de lo que fue una vida de lealtad incondicional. Las cenizas de Dina, acompañadas de un peluche que evoca su textura, tierra fértil que promete continuidad, una semilla cargada de esperanza y fotografías que congelan instantes de alegría compartida.


Hace apenas una semana, Dina jugueteaba por los rincones de la casa, llenando cada espacio con su presencia. Salió de paseo, como tantas otras veces, sin saber que sería la última vez que marcaría su territorio en las calles conocidas. Aún con su enfermedad avanzando sigilosamente, su cuerpo emanaba calor, mientras sus ojos, ventanas de un alma pura, buscaban consuelo en las miradas familiares.


Su partida no fue anunciada con trompetas ni grandes gestos. Simplemente ocurrió, como una brisa que de pronto cesa dejando una quietud inesperada. Ahora, este kit cuidadosamente preparado es el epílogo material de una historia de amor entre una familia y su compañera de cuatro patas.


El nudo en la garganta se aprieta al sostener el recipiente que contiene sus cenizas. Es pequeño, demasiado pequeño para contener todo lo que Dina significó. No hay lógica en este proceso, no hay explicación satisfactoria que mitigue el dolor punzante de su ausencia. La incomprensión se mezcla con la negación, y ambas danzan en torno a una realidad que se impone cruel y definitiva.


Pero en esa mezcla perfecta entre cenizas y tierra fértil hay un mensaje poderoso. La vida no termina, se transforma. No desaparece, cambia de estado. Y en esa semilla que pronto se plantará sobre los restos de quien fuera compañera fiel, existe una promesa silenciosa de continuidad.


El silencio de la casa, antes incómodo y doloroso, comenzará a llenarse con recuerdos que, con el paso del tiempo, dolerán menos y sonreirán más. Cada fotografía será testigo de un amor que trascendió lo explicable, de una conexión que no precisa palabras para ser entendida.


Para María José, Liliana, Geronimo y Omar: Mientras plantamos  la semilla sobre las cenizas de Dina, el cielo se abrió derramando lágrimas que la tierra absorbió con avidez, como si el universo mismo quisiera participar en este acto sagrado de despedida. No fue coincidencia que la lluvia besara la tierra recién removida; fue Dina, transformada ya en energía pura, diciéndonos que incluso las nubes la recordarán. Con cada gota que cayó, con cada trueno distante, ella nos susurró su último secreto: que en cada tormenta futura, en cada amanecer húmedo, ella seguirá corriendo libre, no ya con patas sino con raíces, no con ladridos sino con el susurro de hojas mecidas por el viento, recordándonos eternamente que el amor verdadero nunca muere—simplemente aprende a hablar en otros idiomas.​​​​​​​​​​​​​​​​


@omantoni1

Comentarios

Entradas más populares de este blog

LOS ZAPATOS GASTADOS DEL PAPA FRANCISCO

El primer amanecer sin ella 🐕

Huellas eternas: un homenaje a DINA