ECCLESIA SEMPER REFORMADA. El LEGADO DEL PAPA FRANCISCO Y EL FUTURO DE LA IGLESIA



En el silencio de la historia, la Iglesia respira entre tensiones milenarias. Con Francisco, vimos emerger una visión renovada: una Iglesia en salida, que prefiere el hospital de campaña al santuario inmaculado. Su pontificado ha sido un eco vivo de aquellas palabras de Jesús: "Misericordia quiero, y no sacrificio".


Algunos nunca pudieron aceptar esta visión. Para ellos, la majestad de los ornamentos y la rigidez doctrinal representaban la esencia del catolicismo. Preferían el brillo de los zapatos rojos a las sandalias polvorientas del caminante; el eco de la alta liturgia antes que el murmullo incómodo de los marginados. Ante Francisco y su llamado a una Iglesia que huele a oveja, que abraza a prostitutas, divorciados y a todos aquellos considerados "impuros", reaccionaron con rechazo.


Es inevitable preguntarse: ¿qué oculta esta rigidez? ¿Qué sombras intenta disimular este fariseísmo contemporáneo que tanto denunció el Maestro de Nazaret? La historia nos enseña que muchas veces, detrás de la inflexibilidad moral, se esconden fragilidades personales no reconocidas, miedos profundos ante el cambio, o incluso oscuridades que no soportan la luz del Evangelio desnudo.


Que el papa se sentara con los llamados "Judas modernos" para compartir el pan no lo convierte en su amigo ni mucho menos en un comunista, como algunos quisieron etiquetarlo. Por el contrario, nos revela una profunda lección: el papa, como la Iglesia misma, pertenece a todos aquellos que quieran y acepten el evangelio de la misericordia que siempre predicó Jesús. En este gesto aparentemente político, Francisco simplemente encarnó al Maestro que comía con publicanos y pecadores, escandalizando a los que se creían justos.


Hoy, mientras algunos ya especulan sobre el sucesor de Pedro como si se tratara de un juego político o una estrategia de poder, vale recordar que la Iglesia pertenece a Cristo. El cónclave no es una arena política sino un espacio donde el Espíritu susurra, a veces imperceptible para quienes solo escuchan el ruido del mundo.


La Iglesia ha cambiado, sí, porque debe cambiar para permanecer fiel. No es traición a su esencia, sino fidelidad a su misión. El próximo pastor no llegará por intrigas ni cálculos humanos, sino por ese misterioso designio que ha sostenido la barca de Pedro en medio de tantas tempestades históricas.


Las aguas se agitan, los vientos soplan en direcciones contrarias, pero la Iglesia no naufraga. Permanece porque su fundamento no está en los palacios vaticanos ni en la perfección de sus miembros, sino en la promesa de Aquel que camina sobre las aguas. 


El Espíritu que inspiró a Francisco para sacudir el polvo acumulado en siglos seguirá obrando, quizás de maneras que ni siquiera imaginamos.


Cuando el purpura  se desvanezca y los tronos se reduzcan a polvo, solo quedará en pie aquello construido sobre la roca del amor incondicional.​​​​​​​​​​​​​​​​


@omantoni1

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