En un mundo donde el poder se exhibe con galas ostentosas y símbolos de opulencia, los zapatos gastados del Papa Francisco se erigen como un monumento silencioso a la autenticidad evangélica. Aquellos calzados desgastados que acompañaron sus pasos hasta el final de su camino terrenal, presentes incluso en su funeral, constituyen quizás el emblema más elocuente de su pontificado. Porque aquel que fuera el máximo líder de la Iglesia Católica nunca olvidó ser el mismo joven sencillo, Jorge Mario Bergoglio, que sintió el llamado de su vocación en la pequeña Parroquia de San José de Flores en Argentina. Estos zapatos, testigos de innumerables kilómetros recorridos en servicio a los más vulnerables, revelan la verdadera esencia de un hombre que rehusó las comodidades y privilegios que su posición le confería. No eran simples objetos de indumentaria, sino la manifestación tangible de un compromiso inquebrantable con la sencillez evangélica que tanto predicó. Francisco transitó por los corredo...
La Huella Eterna de Dina El primer amanecer sin ella llegó con una crueldad silenciosa. Siete horas después de que Dina partiera a ese lugar donde los perros corren libres para siempre, me encontré caminando solo por primera vez en años. Las calles parecían las mismas, pero todo había cambiado. La ruta que tantas veces recorrimos juntos se extendía ante mí como un lienzo vacío. Mis pasos, ahora sin el ritmo que ella marcaba, sonaban huecos sobre el pavimento. Caminaba con la cabeza gacha y los ojos nublados por lágrimas que se negaban a cesar, deteniéndome instintivamente en cada punto que ella, la pequeña gran alfa, había marcado como territorio exclusivo en nuestras innumerables aventuras matutinas. Antes, cuando paseábamos sin prisa —porque era Dina quien dictaba el tiempo y el espacio de nuestro mundo compartido— los transeúntes se detenían, hipnotizados por su belleza. Deportistas, trabajadores de la salud, caminantes ocasionales... todos se inclinaban ante ella, rendidos a su enc...
Huellas Eternas: Un Homenaje a Dina 24 de agosto de 2013 - 10 de marzo de 2025 Hay seres que no necesitan palabras para transformar nuestras vidas. Dina fue uno de ellos. Esta es la historia de una vida breve pero infinita, de una compañera que llegó en silencio y se marchó dejando el eco de sus ladridos en cada rincón de la casa que convirtió en hogar. Naciste en Agosto de 2013 y un 24 de diciembre nuestro hogar recibió a Dina con los brazos abiertos, como si el universo hubiera conspirado para que ese pequeño ser de cuatro patas llegara justo cuando la familia necesitaba descubrir que el amor puede tener la forma de una cola inquieta y unos ojos que miraban más allá de lo evidente. No era solo una mascota. Nunca lo fue. Dina era confidente, guardiana de secretos susurrados entre lágrimas, testigo silenciosa de celebraciones, compañera de madrugadas insomnes. Era esa presencia constante que con su respiración pausada nos recordaba que, a veces, la felicidad e...
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