SALVADOR NO PUDO SER SALVADO

A mi hija le pidieron en el colegio elaborar un cuento realista, debía basarse en un acontecimiento actual, ella tomó un hecho que le marcó profundamente en las protestas sociales que acontecen en Colombia y fue la del niño Salvador, mientras su madre se dirigía a un hospital en Bogotá, a la ambulancia no le fue permitido continuar por los manifestantes encapuchados. El bebe murió. La historia se tomó de  un artículo de la revista semana.

los hechos fueron acontecidos el 4 de mayo de 2021.

Leer noticia: https://www.semana.com/nacion/articulo/no-el-bebe-no-habria-muerto-igual-la-triste-historia-de-salvador-y-los-bloqueos/202150/




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Salvador no pudo ser salvado.

La mañana en Chocontá, como de costumbre es fría, la neblina cubre las montañas y las personas en este día bien temprano se levantan porque es 24 de diciembre y se debe dar gracias a Dios porque se acerca la Navidad, adicionalmente se debe comprar un buen mercado para celebrar la noche buena. John estrenando ruana al dirigirse a la casa de Dios, aun sin ingresar al templo se encuentra con su primer milagro, una mujer bonita, así como él se la ha estado pidiendo a Dios, la mira sonriente y ella no es ajena a su mirada y le devuelve la sonrisa, lógicamente que esta es una gran oportunidad para conocerla, pero la Misa va a comenzar, y el momento debe esperar.  Ella sentada en una banca delante de John, en varios momentos de la celebración mira hacia atrás encontrándose con la sonrisa nerviosa y maliciosa de ese joven que apenas conoció en esa fría mañana. Al terminar la celebración, cuando el padre da la bendición, John se dirige a la linda joven y la invita a tomar un café. Mi nombre es John, el mío Mary, respondió ella entre sonrojada y a la vez confiada, pues John le inspiraba algo que nunca había sentido. Fue amor a primera vista y decía John que cuando uno se enamora todo le parece bonito, ya no había mujer que se le igualara, lo mismo pensaba Mary, había conocido al hombre más guapo de Chocontá.   A partir de ese momento y durante cuatro lindos meses, fue tiempo suficiente para saber que el uno no podría vivir sin el otro. Se casaron y se fueron a vivir a la finca de los Abril los padres de John. Allí Mary se dedicó a los oficios del hogar y John a cultivar el campo, aun en medio de grandes dificultades económicas salieron adelante, el amor todo lo puede.

Pero hacía falta algo, o mejor alguien que les ayudara a dar sentido a tan grande amor, un hijo que corriera, riera, llorara, querían ser padres, y se pusieron en esa tarea; Mary quedó embarazada, esa fue una enorme alegría, pero no duró mucho, tuvo que abortar, lo volvieron a intentar dos veces más pero la situación se volvió a repetir, ya estaban resignados pensando que esa era la voluntad de Dios, seguían trabajando, ya no estaban en la finca de sus padres, John consiguió trabajo en la  mina de carbón de Lenguazaque. Siete años después y sin planearlo, nuevamente Mary quedó embarazada, esta vez quisieron ayudarle a Dios y por primera vez visitaron a un ginecólogo, invirtieron los ahorros de toda su vida, siete millones de pesos para ayudar en el tratamiento y así poder dar un digno y seguro nacimiento a quien se llamaría Salvador, todo estaba de maravilla, Mary sentía a su hijo en su vientre, soñaba viéndolo correr, jugar, montar en bicicleta, John estaba orgulloso porque seguramente su Salvador se parecería a él; pasaron seis meses y todo era lindo.  Una noche del 4 de mayo Mary se sintió mal, acude a John e inmediatamente se dirigen al hospital, después de hacerle varios análisis, el médico diagnosticó que el dolor bajito del que Mary se quejaba era una infección urinaria. “Menos mal es algo controlable”, pensaron. Pero el mal síntoma persistió, por lo que no había mejor remedio que trasladarla a Bogotá, en ambulancia, para proteger su vida y la del bebé. Debían hacerle una cesárea y poner al prematuro en incubadora.

Sin pensarlo dos veces y aún en medio de las protestas sociales que atravesaba el país, John y Mary se arriesgan, organizaron la salida, pero sin saberlo, en la vía que comunica a Tunja con Bogotá, a la altura del municipio de Tocancipá, los esperaba una piedra en el camino que no pudieron remover. Un grupo de manifestantes, aproximadamente 200 muchachos bloquearon la carretera e impidieron el paso de la ambulancia. Cuando el chofer explicó la emergencia, que le llevó a activar las sirenas, le gritaron mentiroso y una lluvia de groserías.

En ese momento comenzó la tortura más grande para Mary:  los del paro gritaron que iban a darle bote a la ambulancia, que si no se devolvían para el pueblo le prendían fuego, la angustia fue espantosa con la sola idea de morir quemados. Fue entonces que en medio de esta horrible crisis, Mary de su vientre en un acto involuntario, expulsó a Salvador.

John vivió un momento de espanto. El estaba adelante y el chofer dijo que subiera la ventana. John solo le rogaba a todos con gritos de auxilio, de súplica, de dolor; quería explicar que su esposa estaba enferma y que iban a salvar la vida de su único hijo. Era desesperante escuchar los gritos de aquella tragedia.

Salvador, murió a los cinco minutos por falta de oxígeno. Voló al Cielo... 

Con voz pausada y un llanto que brota sin escándalo, John y Mary, quienes apenas puede conciliar el sueño, buscan consuelo pensando que de algo debe servir la muerte de su bebé.

Mary y John tomados de la mano, con el mismo amor, pero sin la alegría de la mañana de hace siete años, caminan despacio hacia su casa en Chocontá, ya sin su Salvador, invadidos por su tristeza, al ingresar a casa no pueden contener el llanto al contemplar la cunita que con tanto sacrificio habían construido y adornado con sus propias manos para Salvador.

Ella se arropa bajo un chal y el con su runa blanca con el que le hacen el quite al frío caracteristico de Chocontá, pero sobre todo al frio que hoy invade sus almas, aún se sobresaltan cuando a su mente vuelven aquellas miradas, las de los encapuchados que, después de abrir las puertas de la ambulancia, se abalanzaron sobre ellos. En sus almas nobles no existe rencor, en las noches, cuando John intenta dormir, Mary da vueltas en la cama tratando de entender lo que les pasó. Evita que el rencor se convierta en un veneno que consuma su alma. No culpa a nadie. Tiene impotencia; entiende que ellos tenían rabia. Dice: así como todos tienen derecho a protestar por sus derechos, también debemos respetarnos unos a otros. Ellos entienden que, aunque Salvador no pudo ser salvado, si dejó un mensaje de amor y reconciliación que espera salve a muchos.

Fin

Maria José Bedoya Santa


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