Y si estuviéramos equivocados?

 



Y si estuviéramos equivocados?


En el silencio del amanecer, cuando los pájaros entonan sus melodías, solemos sonreír pensando en su alegría. Pero, ¿y si estuviéramos equivocados? ¿Y si esos cantos fueran gritos de protesta contra el astro rey que interrumpe su descanso? Esta simple reflexión sacude los cimientos de nuestras certezas más básicas.


Cuántas veces hemos jurado conocer la verdad, solo para descubrir que nuestros sentidos tejieron una elaborada ilusión. Como niños que confunden sombras con monstruos, los adultos también construimos realidades basadas en percepciones engañosas. Nuestros ojos ven lo que quieren ver, nuestros oídos escuchan lo que desean escuchar.


En el camino de la vida, personas entran y salen como actores en una obra de teatro. Algunos amigos son como estrellas fugaces: brillantes pero efímeros. Lugares que creíamos eternos se vuelven temporales, y trabajos que pensábamos definitivos resultan ser solo capítulos de nuestra historia.


La verdad es que la única constante es el cambio. Como el agua que fluye en un río, nuestras opiniones, creencias y certezas pueden transformarse. Lo que ayer defendíamos con pasión, hoy podría parecernos un error. Y está bien que así sea, porque en esa flexibilidad reside nuestra capacidad de crecer.


Debemos aprender a mirar más allá de lo aparente, a girar el caleidoscopio de la realidad para descubrir nuevos patrones, nuevas verdades. Como arqueólogos de lo cotidiano, necesitamos excavar bajo la superficie de nuestras primeras impresiones.


La vida es como un prisma: dependiendo del ángulo desde donde miremos, la luz se descompone en diferentes colores. No existe una única verdad, sino múltiples perspectivas esperando ser descubiertas.


En un mundo donde hasta el canto de los pájaros puede tener significados ocultos, la mayor sabiduría es atrevernos a dudar de nuestras propias certezas, porque en el espacio entre lo que creemos y lo que es, florece la magia de la verdadera comprensión.


@omantoni1 

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