Lo conocí en mi desierto
A lo largo de mi vida, he tenido diversas experiencias que han moldeado mi comprensión de lo divino. En un principio, creí que Dios habitaba en los palacios, en esos lugares donde se dictan normas y se establecen reglas sobre quién merece la salvación y quién no. En esos espacios, rodeados de ostentación y poder, parece que algunos se arrogan el derecho de decidir el destino espiritual de otros. Allí, la fe se convierte en una franquicia, un producto que se vende con etiquetas y precios, donde el amor y la compasión a menudo quedan relegados a un segundo plano. Sin embargo, mi encuentro más profundo con Dios no ocurrió en esos palacios ni en las estructuras rígidas que intentan encerrar lo sagrado. Lo conocí en mi desierto, un lugar árido y solitario donde las certezas se desvanecen y las ilusiones se desmoronan. En ese desierto, me quedé con pocos amigos; afortunadamente, la mayoría me dijo que no. Fue un momento difícil, pero también revelador. Allí, en la soledad y el silencio,...